domingo, 10 de abril de 2011

SALARIO Y PRODUCTIVIDAD, DIFÍCIL MATRIMONIO

Parece que el actual modelo económico ha quedado obsoleto y algunos dirigentes tratan de inculcarnos la necesidad de ligar los salarios a la productividad. La crisis –dicen- nos obligará a cambiar el chip, a pensar en un mundo diferente, sobre todo en lo laboral. La fórmula no parece fácil y muchos son los inconvenientes.
El que encuentre el medio de establecer una regla objetiva y justa para establecer el sueldo en función de la productividad de cada individuo merecería un Nobel. La cosa se presenta complicada.
Si priman las horas de trabajo, hay muchos dispuestos a estar de sol a sol en su puesto tratando de aparentar un ajetreo que ni ellos mismos creen. Si la referencia es el volumen final, los hay que sacrifican sin ningún pudor la calidad si de ese modo engordan el resultado. Difícil encontrar un equilibrio.
Los plus de productividad -basados o no en estadísticas, y en cifras y gráficos a fin de mes- dependen siempre, en buena medida, de la voluntad del responsable de evaluar el resultado final. Es decir, están íntimamente ligados a la empatía entre jefe y subordinado, entre examinador y examinado, lo que les aleja claramente de cualquier atisbo de objetividad.
¿Por qué, si no, a mismo trabajo, a mismo objetivo cumplido, se aplica muchas veces diferente baremo? ¿Acaso por simpatía, por afinidad o para acallar ciertas voces incómodas?
Y después de despejar muchas incógnitas aún quedaría otra más: ¿quién evalúa al examinador, quién establece si el jefe cumple los requisitos establecidos? ¿Y al jefe del jefe?

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