Domitila Yugueros, Cistierna 1994 |
Apenas fue al colegio porque había que ayudar en la casa,
cuidar de los hermanos menores y trabajar las tierras que sus padres llevaban
de renteros, así que tuvo que dejar la escuela al poco de entrar en ella para ejercer
de ama de casa, trabajadora del campo y madre siendo apenas una niña.
Vivió una guerra civil y sufrió los bombardeos escondida en
un sótano, en cuclillas y protegiendo a su hija entre sus brazos. Conoció el
temor al paseíllo de sus hermanos
varones y vivió la angustia de muchas noches en vela, alerta ante cualquier
sonido que delatase la llegada de una patrulla armada.
Fue esposa y madre y sufrió la larga enfermedad y muerte de
su hijo varón y benjamín cuando este acababa de cumplir 18 años. El luto la
acompañó siempre pero nunca perdió la alegría.
Pasó por las penalidades que muchas otras mujeres y vivió
con necesidades, pero no con hambre. Lo poco que daban las tierras que
trabajaban y pertenecer a una familia de pescadores ayudó a alejar la miseria,
y también a calmar el hambre de muchos de los que la rodeaban.
Aprendió de su madre a ser generosa y a compartir lo poco
que tenían cuando había cerca otros más necesitados, por eso aún hay gente que
la recuerda llevando a su casa un canasto con un puñado de legumbre y unos
cuantos peces para calmar el hambre de varios días de la prole.
No supo de asociaciones feministas ni de jornadas
reivindicativas, pero ayudaba a quien lo necesitaba, sin detenerse a mirar su
género o procedencia. Siempre desprendida, siempre dispuesta.
Sus manos se arrugaron con el paso de los años y
retorcieron sus huesos el agua helada y el continuo roce de sus puños contra la
ropa mientras lavaba en el río. Su cuerpo se llenó de arrugas, pero no su
rostro, ni su espíritu.
Tuvo siempre una memoria prodigiosa, por eso nunca olvidó
los momentos de trabajo duro y sacrificio, ni olvidó tampoco transmitirlos. De
convicciones férreas, imprimía carácter a cuanto hacía y sentenciaba, incluso
cuando tenía que ayudarse de un bastón en sus breves paseos.
Su historia podría ser la de muchas otras mujeres,
luchadoras, con coraje, generosas, que enseñaron los valores con su ejemplo,
como a las que se suelen rendir homenajes. Pero esta historia es suya, de
Domitila Yugueros Andeón, hija de Nicasio y de Gertrudis, nacida un 28 de
febrero de comienzos del siglo pasado, que combatió con energía todos los
obstáculos de su larga vida, y sólo a ella pertenece.
Su lucha, su fuerza y su ejemplo siempre están presentes.
Hoy simplemente los comparto.
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