jueves, 15 de marzo de 2012

MAFALDA, MEDIO SIGLO DE INCONFORMISMO


Viñeta de Mafalda, obra del dibujante Quino

Mafalda cumple 50 años y está como el primer día. No puede decirse que el tiempo no pasa por ella, porque pasa, aunque no tiene ni una sola arruga.
Desde que Quino la parió de su lápiz, ha recorrido mucho mundo y ha tenido que ver de todo, pero su mente es cada vez más lúcida y su lengua cada día más afilada; cargada siempre de sentido, de sentido común, aunque sea el más enigmático y extraño de todos los sentidos.
Clara, directa, mordaz, conserva cierto aire de inocencia y sigue sin dejar títere con cabeza. Irreverente, coqueta, justiciera, a Mafalda todo se le permite porque desde su cuerpo de niña puede escupir al mundo lo que muchos adultos no se atreven a decir.
Esta niña porteña ha conocido el mundo, o mejor dicho, el mundo la ha conocido a ella porque sus preguntas, sus reflexiones y su sarcasmo se han aplicado a cientos de situaciones diferentes a lo largo y ancho del planeta.
Ahora apaga 50 velas pero Mafalda no tiene edad; ni pelos en la lengua. Todo un carácter.

jueves, 8 de marzo de 2012

LUCHA Y CORAJE TAMBIÉN SE LLAMAN DOMITILA


Domitila Yugueros, Cistierna 1994
 Mi abuela se llamaba Domitila, señora Domi para la mayoría de la gente que la conoció. El tratamiento se lo ganó a pulso, por su edad y porque era toda una señora.
Apenas fue al colegio porque había que ayudar en la casa, cuidar de los hermanos menores y trabajar las tierras que sus padres llevaban de renteros, así que tuvo que dejar la escuela al poco de entrar en ella para ejercer de ama de casa, trabajadora del campo y madre siendo apenas una niña.  
Vivió una guerra civil y sufrió los bombardeos escondida en un sótano, en cuclillas y protegiendo a su hija entre sus brazos. Conoció el temor al paseíllo de sus hermanos varones y vivió la angustia de muchas noches en vela, alerta ante cualquier sonido que delatase la llegada de una patrulla armada.
Fue esposa y madre y sufrió la larga enfermedad y muerte de su hijo varón y benjamín cuando este acababa de cumplir 18 años. El luto la acompañó siempre pero nunca perdió la alegría.
Pasó por las penalidades que muchas otras mujeres y vivió con necesidades, pero no con hambre. Lo poco que daban las tierras que trabajaban y pertenecer a una familia de pescadores ayudó a alejar la miseria, y también a calmar el hambre de muchos de los que la rodeaban.
Aprendió de su madre a ser generosa y a compartir lo poco que tenían cuando había cerca otros más necesitados, por eso aún hay gente que la recuerda llevando a su casa un canasto con un puñado de legumbre y unos cuantos peces para calmar el hambre de varios días de la prole.
No supo de asociaciones feministas ni de jornadas reivindicativas, pero ayudaba a quien lo necesitaba, sin detenerse a mirar su género o procedencia. Siempre desprendida, siempre dispuesta.
Sus manos se arrugaron con el paso de los años y retorcieron sus huesos el agua helada y el continuo roce de sus puños contra la ropa mientras lavaba en el río. Su cuerpo se llenó de arrugas, pero no su rostro, ni su espíritu.
Tuvo siempre una memoria prodigiosa, por eso nunca olvidó los momentos de trabajo duro y sacrificio, ni olvidó tampoco transmitirlos. De convicciones férreas, imprimía carácter a cuanto hacía y sentenciaba, incluso cuando tenía que ayudarse de un bastón en sus breves paseos.
Su historia podría ser la de muchas otras mujeres, luchadoras, con coraje, generosas, que enseñaron los valores con su ejemplo, como a las que se suelen rendir homenajes. Pero esta historia es suya, de Domitila Yugueros Andeón, hija de Nicasio y de Gertrudis, nacida un 28 de febrero de comienzos del siglo pasado, que combatió con energía todos los obstáculos de su larga vida, y sólo a ella pertenece.
Su lucha, su fuerza y su ejemplo siempre están presentes. Hoy simplemente los comparto.

jueves, 1 de marzo de 2012

LA INCUESTIONABLE SABIDURÍA DEL PODEROSO


El presidente de la CEOE, Juan Rosell (derecha) y Juan Luis Feito / Foto Europa Press

Están los dirigentes de la CEOE aplaudiendo con las orejas la nueva reforma laboral, que viene a otorgarles poder absoluto para hacer y deshacer a su antojo sin medida ni control, que les proporciona poder suficiente para contratar y despedir, pagar o dejar a deber, y exigir pleitesía a sus trabajadores sin que se les despeine ni una sola de las ondas del flequillo. En definitiva, que les nombra dueños y señores y les otorga prerrogativas propias de los monarcas absolutistas; sí, aquellos que acabaron con sus cabezas separadas del cuerpo después de sufrir un accidente tonto con una guillotina.
Pero como siempre ocurre, que cuando más das, más te piden, los señores de la cúpula empresarial no tienen suficiente con ejercer –una vez más- su influencia más rotunda sobre el legislador; van más allá y se proponen a sí mismos como auténticos cerebros de un nuevo cambio de legislación que les otorgue ad eternum patente de corso. Para eso son poderosos -que para algunos es sinónimo de sabiduría- y por eso su palabra pretende ser ley. Y punto.
Ya han dicho que, si por ellos fuese, un parado que rechace un puesto de trabajo “aunque sea en Laponia”, no tendría derecho a percibir una prestación.
¡Ole, ole y ole! Sí señor, como debe de ser. A ver si un señor –o señora, que no he oído hablar en esto de discriminaciones- va a tener ahora derecho a negarse a aceptar un trabajo con horario flexible –es decir; de 12 horas- con jornadas continuadas –sin descanso semanal-, con remuneración optimizada –sin pagas extraordinarias-, cobrando nada menos que un sueldazo de 800 euros.
¿Y con esas condiciones todavía no está dispuesto a coger el atillo y marcharse a Laponia? A ver dónde va a pensar que vive ese sujeto, que igual se siente un potentado y hasta hace amago de presentar su candidatura a la presidencia del órgano que representa a la patronal. ¡Faltaría más!
Para mí que es un exceso de gomina, de loción capilar o de almidón en los cuellos de las camisas, que se pasan en las dosis, y luego se les suelta la lengua sin que las palabras puedan llegar a procesarse en el cerebro.
Quien habla de parados como si fuesen delincuentes, lo más cerca que ha estado de esa situación ha sido al pasar su coche con chófer dos calles más allá de una Oficina de Empleo. Quien es capaz de mandar alegremente a un desempleado “a Laponia” no ha dejado su casa más que por viaje de placer o por cuestiones de trabajo; en el primer caso, sarna con gusto; en el segundo, acostumbra a alojarse en un cinco estrellas o en un exclusivo resort para celebrar una junta general, que suele tener poco de general y bastante más de ajunta.
Lo siguiente –está al caer; calculo que no será más allá de unos pocos días- será exigir que se implante de nuevo la famosa Ley de Vagos y Maleantes que tan buenos resultados dio a un señor con bigote, y que le permitió barrer de la calle o echar fuera de su casa a cuantos “indeseables” que amenazaban la integridad del país -¿o era nación?- con su pobreza, su identidad sexual o por dedicarse al peligrosísimo mundo de la farándula.
Pero ándense con cuidado, oigan, que a toda tortilla, para que cuaje, le llega el momento de dar la vuelta. Y quien hoy se queja de las reivindicaciones de los trabajadores puede verse muy pronto echando el cierre de su chiringuito y haciendo cola a las puertas de una oficina, junto a los que hoy ve como inmundos maleantes. Y en esas circunstancias, sobrevive mejor quien está acostumbrado a la moderación y a la cautela que quien aterriza de golpe en la precariedad procedente del abuso y del exceso.
El contrapunto del poder absoluto puede estar en la revolución –a veces también absoluta- y en ocasiones estas acabaron con alguna cabeza dentro de un cesto.
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