martes, 19 de julio de 2022

¡FUEGO!

 

Un brigadista, desesperado e impotente ante el desastre del incendio que asola la provincia de Zamora / Foto Emilio Fraile para La Opinión de Zamora

 

Arde el país y en Castilla y León, el presidente de la Junta no tiene más que decir que “quedan días complicados” y que “hay que extremar las precauciones”. Tan ancho se ha quedado. Ni un pelo del flequillo se le ha movido.

De las razones por las que los montes se han convertido en un polvorín, ni pío; de por qué las trabas a que el ganado entre en ellos a pastar, ni palabra. Tampoco habla el presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, de que los incendios en esta tierra comenzaron antes incluso de que empezasen a trabajar las cuadrillas de desbroce, esas que dice su socio de gobierno que no es necesario activar en invierno. Debe parecerles normal.

En medio de la tragedia, cuando hay muertos, miles de hectáreas arrasadas y decenas de pueblos evacuados, escuchar esas palabras en boca de políticos te hiela la sangre.

Tal y como están los montes, el simple choque de dos piedras puede desencadenar un incendio pero Mañueco sólo dice que aún vendrán tiempos difíciles, como si quienes ven sus campos arrasados, sus naves calcinadas, su ganado quemado y sus casas amenazadas no lo supiesen mucho antes que él.

De dotar de medios humanos y recursos económicos a las labores de prevención, de trabajar de verdad, pero de verdad, para evitarlo, ni media palabra. Del negocio del fuego ni se habla.

Primero se descuidan los pueblos, se merman los servicios hasta asfixiar a sus habitantes y empujarles a abandonarlos. Luego se dificulta que los rebaños –conservadores y bomberos naturales- pasten los montes; se ponen trabas para las podas, se penaliza la recolección de muchas plantas, se impide cortar una triste rama junto a un río. No reporta beneficio económico.

Los usos y costumbres tradicionales se van al carajo, igual que los pueblos y sus habitantes. Así, arruinados, empobrecidos, desamparados, vaciados, son despojados de todo; presas fáciles. Pero a los políticos se les va la saliva por la comisura de los labios al hablar de recuperar la España vaciada, un término tan de moda que no hay visita a un pueblo en el que no lo mencionen. Debe de provocarles sueños húmedos.

Luego se diseñan campañas, se emplean brigadas para desbrozar las zonas en las que no se ha dejado entrar el ganado, se contrata maquinaria pesada para hacer cortafuegos en los montes, causando en muchas ocasiones más destrucción que reparación. Se negocia después la limpieza de lo desbrozado, eso cuando no queda meses, incluso años, en el mismo lugar, convirtiéndose en pura dinamita, en antorcha natural. Será más barato.

Y cuando surge el incendio se requiere a los bomberos, se desplazan las brigadas, se piden tanquetas y medios aéreos, y se reclama la intervención de la UME y del Ejército si es necesario.

Y se convoca una rueda de prensa cerca del fuego, lo suficiente para que el político -no importan las siglas- salga en la foto con aire compungido, pero tomando su lado bueno, que esté favorecido. Luego dice, con aire circunspecto, que emplearán todos los medios necesarios y que hay que extremar las precauciones. Y hasta la próxima.

Estos representantes públicos cada vez impostan más y representan menos. 

 

 

 

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