viernes, 21 de octubre de 2011

YO HOY QUIERO LLAMARME PAZ


Dice una buena amiga que hoy quiere tener mi nombre.
Desde que ETA anunció ayer el abandono de las armas, Blanca no puede –ni quiere- alejar de su memoria a su padre -que murió sin haber visto el fin de la banda armada-, ni tampoco a la familia amenazada y obligada a abandonar el País Vasco de su amiga María.
No les he visto nunca, pero les conozco. Son la familia y amigos de tantos que es imposible alzar la vista y no reconocerlos.
Son los hombres y mujeres que lucharon para hacer entender que la violencia sólo engendra dolor. Desde el lugar que les tocaba.
Son los muertos que saltaron por los aires al estallar una bomba en un autobús, en un supermercado, en un cuartel.
Los que sintieron el calor de la sangre corriendo por sus rostros.
Los que vieron de frente la cara de quien incrustaba una bala en su cabeza.
Los que sintieron el cañón de una pistola en la nuca.
Los que miran siempre hacia atrás con miedo.
Los que sienten cada día la dolorosa ausencia del inocente.
Los que tuvieron que abandonar casa y familia.
Son los que apretamos los dientes con rabia cuando la sangre se derrama. Los que limpiamos furiosos las lágrimas, impotentes ante la barbarie.
Somos los que ahora vemos a unos individuos encapuchados, con chapela y puño en alto, reivindicando una victoria que no les corresponde.
Dice mi amiga Blanca –hoy más real que nunca- “yo hoy quiero llamarme PAZ”, así con mayúsculas. Y yo comparto mi nombre.
Ojalá sea para siempre.

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