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Las Torres Gemelas de NY durante el ataque terrorista del 11 - S de 2001/Foto El País |
Se cumplen diez años del mayor atentado terrorista y
desde hace días las imágenes vuelven a repetirse, inundando los medios de
comunicación y las retinas de recuerdos de una tragedia imposible de olvidar.
Hay fechas que se graban en la memoria y que reviven
escenas nuestras vidas con la nitidez de lo reciente, obviando que ha
transcurrido ya una década y empeñándose en transformar en inmediato lo lejano.
Minutos después de que el primer avión se estrellase
contra una de las Torres Gemelas de Nueva
York llegaban las imágenes a todas las televisiones, sin que nadie pudiese
aventurar entonces el origen ni la fatídica repercusión de aquel choque. Las
emisoras de radio peleaban también para dar una información de la que carecían.
La tragedia se siguió en directo.
Mi primer día de vuelta al trabajo tras las vacaciones
resultó sobrecogedor.
Invitada a comer en casa de unas amigas, la vista no
podía separarse del televisor ni las manos del mando a distancia, que manejaba
con urgencia, buscando una respuesta que tardaría varias horas en llegar. Los
aparatos de radio de la casa comenzaron a funcionar simultáneamente, siguiendo
distintas emisoras, confiando en obtener una información que nadie podía
ofrecer.
Estupor, sorpresa, desasosiego, sobresalto, angustia. La
sensación de vértigo aumentó cuando el segundo avión impactó sobre la segunda
torre y poco después la primera se vino abajo. La comida seguía en la mesa,
fría, casi sin tocar.
Junto a los vídeos de la tragedia –vistos después cientos
de veces- recuerdo con nitidez a la periodista Ana Blanco intentando informar a los espectadores de Televisión Española con los escasos
datos de que se disponían, poniendo letra a unas imágenes que se repetían una y
otra vez. Hasta que llegaban las aportadas por videoaficionados o periodistas
ocasionales, y volvía de nuevo la rueda, esta vez un poco más grande.
Permaneció Ana
Blanco durante horas al pie del cañón, mientras otras cadenas relevaban a
sus informadores. Ella llegó al final de la noche casi sin voz pero no abandonó
el sillón desde el que informaba hasta mucho después de confirmarse la
destrucción del World Trade Center por un ataque terrorista y del impacto de un
tercer avión sobre el Pentágono.
Ahora recordará aquella fecha –y muchos con ella- desde
el lugar al que tantas veces miró hace una década sin saber muy bien qué
ocurría. Hoy están claros los datos de la tragedia.
El día fue terrible, interminable, como lo es ahora su
recuerdo.