Viñeta publicada por Antonio Mingote en el periódico ABC en el año 2006 |
Cada día es un sinvivir. Hemos entrado en una espiral en la que la corrupción se ha convertido en el centro del universo mediático, hasta el punto de infiltrarse en las conversaciones más irrelevantes. Los corruptos llenan páginas de periódicos y minutos en informativos, las corruptelas no se limitan a grandes corporaciones o a organismos públicos de primer orden y se destapan en pequeños ayuntamientos y en instituciones de lo más variopinto. La “Operación Púnica” ha sido la última guinda, pero aún quedan pasteles para decorar; es cuestión de estar atentos porque la liebre puede saltar cuando menos se espere.
- “De aperitivo, chorizo; de embutido, quiero decir, oiga,
no se lo tome a mal”.
Si un alienígena llegase -un suponer- a este bendito país
a la hora del informativo, se volvía a subir al platillo en menos que canta un
gallo. Dudo yo si no lo habrán hecho ya, aunque -como dijo Javier Rodríguez, el
consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid en plena crisis del ébola- eso
no lo sé seguro; es de mi cosecha.
Los investigadores han bautizado a este último golpe a la
corrupción como “Operación Púnica”, evocando las guerras que enfrentaron a Roma
y Cartago por el dominio del Mediterráneo occidental. Recordemos que fueron
tres y duraron 100 años, y confiemos en que ese dato no sea premonitorio.
Pues en esta última operación policial se han detenido a
51 cargos públicos y empresarios. Francisco Granados en Madrid, Marcos Martínez
Barazón en León; los alcaldes de seis ayuntamientos madrileños y la directora
del Instituto de Turismo de la Región de Murcia son solo algunos nombres, pero
hay más tela que cortar, que no se ha hecho más que abrir la pieza.
Se les investiga por supuestos delitos como blanqueo de
dinero, falsificación de documentos, tráfico de influencias, cohecho,
malversación de caudales, prevaricación, revelación de secretos, negociaciones
prohibidas a funcionarios, fraudes contra la administración y organización
criminal. Nada, bagatelas.
Estamos familiarizados desde hace tiempo con esos
términos, asociados siempre a casos como la Gürtel, Bárcenas, financiaciones
ilegales, Acebes, tarjetas “black”, Blesa, Rato, Malaya y Julián Muñoz –y la
tonadillera, no olvidemos-, Urdangarín, Jaume Matas, EREs en Andalucía, Fabra,
los Pujol y una larga lista que sería pesado completar. Y estamos acostumbrados
también a que, cuanto más grave es el delito y mayor la cantidad apropiada más
leve es la pena impuesta; eso en el mejor de los casos porque muchos se están
yendo de rositas.
Que si se han pagado comisiones para conseguir contratos
millonarios, dicen algunos, echándose las manos a la cabeza, como si fuese un
fenómeno aislado que solo afecta a unos pocos. Lo pueden llamar comisiones;
también sobornos, pero esto suena más brusco, más rudo, propio de gente menos
cultivada, aunque ya hemos visto que la desvergüenza es una epidemia que no
distingue estratos sociales, con independencia de la Universidad en la que cada
uno se haya de-formado.
Y los grandes partidos políticos sin firmar un pacto contra
la corrupción.
De “estos asuntos” de los que el primer dirigente del
país no quiere mencionar por su nombre –yo tampoco diré el suyo- sale algo
positivo: la de periodista de tribunales y sucesos se puede considerar una profesión
de futuro. Y la de funcionarios de prisiones, que viendo cómo va esto el
Ministerio de Interior tendrá que convocar oposiciones para aumentar la
plantilla.
Para compensar, nos dan la buenísima noticia de que la
mayor parte de la banca española ha pasado con buena nota las “pruebas de
estrés”. ¡Nos ha jodío, si les hemos puesto en bandeja el dinero que nos han
quitado de los servicios públicos!
¿Podrían refrescarme la memoria y decirme quién ha vivido
por encima de sus posibilidades, please?
Vivo en el convencimiento de que en algún momento
despertaremos y comprobaremos que todo ha sido una pesadilla, que los culpables
han pagado por sus delitos y restituido lo robado y que el sistema democrático
se ha regenerado completamente porque los ciudadanos hemos tomado conciencia y
hemos barrido de la política a quienes nos han insultado con el descaro de
quien se cree inmune e impune.
Buenisimo
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