lunes, 2 de abril de 2012

LO QUE CUESTA UNA SONRISA

Una sonrisa alegra a quien la regala y a quien la recibe

No sé si estamos ante un cambio de moda, de hábitos o simplemente ante una ola de estupidez, de mal gusto o de falta de educación, pero cada día tropiezo con más gente incapaz de practicar lo que en otros tiempos –cada vez parecen más remotos- se llamaba buenos modales.
De niña me enseñaron a dar los buenos días al entrar a cualquier lugar, o cuando alguien lo hacía; a despedirme al marchar, o cuando alguien se iba; a responder cuando me preguntaban y a dar las gracias cuando alguien me regalaba algo o tenía un gesto amable. Hoy se antoja algo de otro tiempo.
La gente parece inmersa en su propia individualidad, ocupada en no perder de vista su ombligo, y en ocasiones incluso molesta de que alguien trate de dirigirles la palabra. A un saludo amable responde un ceño fruncido y gesto adusto; al interés por colaborar, una mueca impasible e indiferencia. Como si se viviese en una molestia permanente, en insociabilidad perpetua.
¿Tanto cuesta una sonrisa, tanto una palabra amable, un poco de gratitud? No sirve la excusa de las prisas ni el ritmo vertiginoso en el que nos asentamos; tampoco las muchas tareas que nos ocupan.
Decir “gracias”  no lleva más de tres segundos y sonreír sale gratis.
Sonrisa, por favor. Y gracias.
Cuestión de educación –que no de conocimientos- y de buenos modales.

0 comentarios:

Publicar un comentario

UA-25632333-1