miércoles, 9 de noviembre de 2011

SIN RIESGO NO HAY CAMBIO

Steve Jobs, fundador de Apple / Foto Reuter

“Cuando se innova se corre el riesgo de cometer errores. Es mejor admitirlo rápidamente y continuar con otra innovación”. Eso decía Steve Jobs, el enigmático, reservado y visionario fundador de Apple que revolucionó el mundo desde un garaje de Cupertino.
Jobs conoció la precariedad y las dificultades en los inicios de su proyecto y estuvo al borde del fracaso, pero no desistió. La clave de su éxito –además de una creatividad y una capacidad de innovación incontestables- fue mirar siempre al frente y convertir cada revés en una oportunidad para avanzar aprendiendo.
Cuando uno enfrenta un nuevo proyecto le planta cara también a obstáculos propios y ajenos, pero los primeros acostumbran a ser difíciles de asimilar.
Asumir que buena parte del problema que se nos plantea está precisamente en nosotros no suele ser de fácil digestión. Puede ser complicado acostumbrar al estómago a procesar las frustraciones, sobre todo si se trata de enmascarar con almibaradas excusas el sabor amargo de las limitaciones.
Más fácil recurso es echar tierra a los ojos del compañero que abrir los propios para avistar el camino. Victimismo y autocompasión son buenos pretextos para lanzar sobre ajenos culpas personales, pero no sirven sino para hacer más sórdida la más íntima miseria.
Afrontar las dificultades, admitir las imperfecciones, sacudirse el polvo y alzar la mirada después de un revés denota madurez y afán de superación. De los errores también se aprende.
Mejor arriesgarse y experimentar que arredrarse y asentarse en un eterno titubeo. Resuelto, sin pausa, para abrir paso a nuevos proyectos.
UA-25632333-1