miércoles, 14 de septiembre de 2011

LA SONRISA EN SUS DEDOS


Los dedos recordaban cada centímetro de su piel
Las yemas de sus dedos recordaban cada centímetro de su piel. Había memorizado su cuerpo con la precisión de un experto cartógrafo.

Con los ojos cerrados, movía las manos en el aire, reproduciendo cada uno de sus pliegues. Su boca, sus pechos, sus muslos. Los pensaba y hasta sus partes más recónditas experimentaban un estremecimiento delicioso.
Un tímido rayo de sol comenzaba a calentar sus párpados, pero se negaba a abandonar ese dulce letargo. Quería recorrer de nuevo su cuerpo. Hasta el infinito.
Evocó aquella primera vez y esbozó una leve sonrisa en sus dedos.
Aún había espacio para el deseo.

viernes, 9 de septiembre de 2011

11 - S; UNA DÉCADA DE IMÁGENES Y RECUERDOS


Las Torres Gemelas de NY durante el ataque terrorista del 11 - S de 2001/Foto El País



Se cumplen diez años del mayor atentado terrorista y desde hace días las imágenes vuelven a repetirse, inundando los medios de comunicación y las retinas de recuerdos de una tragedia imposible de olvidar.
Hay fechas que se graban en la memoria y que reviven escenas nuestras vidas con la nitidez de lo reciente, obviando que ha transcurrido ya una década y empeñándose en transformar en inmediato lo lejano.
Minutos después de que el primer avión se estrellase contra una de las Torres Gemelas de Nueva York llegaban las imágenes a todas las televisiones, sin que nadie pudiese aventurar entonces el origen ni la fatídica repercusión de aquel choque. Las emisoras de radio peleaban también para dar una información de la que carecían. La tragedia se siguió en directo.
Mi primer día de vuelta al trabajo tras las vacaciones resultó sobrecogedor.
Invitada a comer en casa de unas amigas, la vista no podía separarse del televisor ni las manos del mando a distancia, que manejaba con urgencia, buscando una respuesta que tardaría varias horas en llegar. Los aparatos de radio de la casa comenzaron a funcionar simultáneamente, siguiendo distintas emisoras, confiando en obtener una información que nadie podía ofrecer.
Estupor, sorpresa, desasosiego, sobresalto, angustia. La sensación de vértigo aumentó cuando el segundo avión impactó sobre la segunda torre y poco después la primera se vino abajo. La comida seguía en la mesa, fría, casi sin tocar.
Junto a los vídeos de la tragedia –vistos después cientos de veces- recuerdo con nitidez a la periodista Ana Blanco intentando informar a los espectadores de Televisión Española con los escasos datos de que se disponían, poniendo letra a unas imágenes que se repetían una y otra vez. Hasta que llegaban las aportadas por videoaficionados o periodistas ocasionales, y volvía de nuevo la rueda, esta vez un poco más grande.
Permaneció Ana Blanco durante horas al pie del cañón, mientras otras cadenas relevaban a sus informadores. Ella llegó al final de la noche casi sin voz pero no abandonó el sillón desde el que informaba hasta mucho después de confirmarse la destrucción del World Trade Center por un ataque terrorista y del impacto de un tercer avión sobre el Pentágono.
Ahora recordará aquella fecha –y muchos con ella- desde el lugar al que tantas veces miró hace una década sin saber muy bien qué ocurría. Hoy están claros los datos de la tragedia.
El día fue terrible, interminable, como lo es ahora su recuerdo.

jueves, 1 de septiembre de 2011

GADAFI; MACHO MACHOTE


Muamar Gadafi/Foto El País
 Estos líderes mundiales son la bomba. No tienen suficiente con someter a un país durante décadas, a ejercer su tiranía sin rubor y a promover y alentar guerras sin despeinarse. Les parece poco y deciden soltar esa lengua que les define como auténticos pensadores para aleccionar a las masas, y es entonces cuando nos regalan perlas impagables.
Muamar Gadafi es uno de esos personajes -paradigma de la intelectualidad- que en su infinita generosidad no sólo ha decidido enfrentarse brutalmente a la decisión de un pueblo rebelado contra su opresor, sino que se afana en exhortar a sus seguidores a una lucha cruenta y fratricida.  
Como referente para su pueblo, lejos de enfrentar la situación con dignidad y facilitar una transición pacífica, ha hecho lo que todo patriota que se precie debería hacer en semejantes condiciones: huir y esconderse, no sea que a los insurrectos se les ocurra presentarlo ante un tribunal que le pida cuentas de sus atrocidades.
Pero incluso en circunstancias tan complejas se esfuerza por alentar a sus seguidores a una confrontación sangrienta, aunque eso signifique que su sometido país “sea pasto de las llamas”.
“No vamos a rendirnos. No somos mujeres”, ha dicho en un arrebato de hombría indiscutible y solemne integridad.
Y se ha quedado tan ancho.
Si el asunto no fuese tan serio creería que semejante joya se le habrá ocurrido cuando esperaba a que le subiese el tono del tinte, durante una sesión de implante de cabello o mientras se ataviaba para resucitar a los Village People. Todas ellas actividades muy loables, pero que seguro le han restado tiempo para conocer la realidad de su país, en el que la inmensa mayoría de las mujeres los tienen mucho mejor puestos que su menguado cabecilla.
 O será que le ha afectado el líquido de la permanente.
En cualquier caso, ni atisbo de duda de que Gadafi es arquetipo del macho machote. Faltaría más.
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