martes, 31 de mayo de 2011

DELIRIO CARNAL (V)

Ojalá no despertasen nunca.
También sus pensamientos parecían sincronizados.
Iniciaron un baile de caricias dando rienda suelta a la ternura, a los afectos.
Se rozaban levemente, examinándose de forma sutil, intentando prolongar el roce de sus dedos en cada centímetro de piel. Querían memorizarse sin necesitar una mirada.
Él dejó que su cabello se le escapase entre las manos. La miraba y sentía que llevaban juntos mucho tiempo.
La besó los párpados, buscando que su boca fuese la única referencia cada vez que los abriese.
Acarició lentamente sus mejillas. Recorrió el borde de sus labios con las yemas de los dedos y pudo rozar sus dientes nacarados.
Humedeció el índice que deslizaba ahora por el cuello y volvió a besarla. Detuvo las manos en sus pechos firmes y los tomó con fuerza.
Se quitaron la ropa sin dejar de mirarse y se fundieron de nuevo en un abrazo. Suspiraron profundamente. Volvieron a explorarse.
Besó sus senos mientras sus cuerpos comenzaban a agitarse. Su talle, su vientre. Y se dejó perder entre sus piernas.
Dulce naufragio.
Los cuerpos se encogían, conteniendo la respiración, encendidos, exaltados.
Ella le acarició el torso, la cintura, los muslos, y lo encontró fuerte, vigoroso, dispuesto.
Cada roce les paralizaba el aliento. Primero lentamente. Luego el resuello les robaba el aire casi hasta la asfixia.
Se acercaban, se apretaban, se encorvaban. Se retorcían en contorsiones espasmódicas, arrítmicas, delicadas e impetuosas al mismo tiempo.
Abrazos, besos, caricias, pasión. Deseaban perpetuar ese delirio. Siempre, siempre, siempre.
Se abrazaron con fuerza y un volcán antiguo estalló su furia contenida. El ímpetu y el deseo se desbordaron en su cama.
Creyeron enloquecer.
Después placidez, sosiego, equilibrio.
Recuperaron poco a poco el aliento y volvieron a fundirse en un abrazo suave, sereno. Los besos, calmados y tiernos.
Él quiso prometerla amor eterno.
Ella cerró sus labios con el índice.
No era tiempo de promesas.

viernes, 20 de mayo de 2011

YO REFLEXIONO, TÚ REFLEXIONAS ...¿ELLOS REFLEXIONAN?

A una jornada electoral le precede siempre otra llamada “de reflexión”, en la que se supone que los electores deben pensar detenidamente sobre las propuestas de los partidos políticos y obrar después en consecuencia. Pero no deja de ser irónico que se “limite” a la víspera de aquella en la que depositamos nuestro voto en las urnas.
No creo ser rara avis, pero lo de reflexionar es algo que acostumbro a hacer con cierta frecuencia; en ocasiones incluso todos los días. Por tanto, que cualquier Junta Electoral determine ahora que el día de pensar no se puede hacer otra cosa -o que al menos no pueda debatirlo con otra gente- me resulta, cuando menos, absurdo. Desde que existen las redes sociales, es como querer poner puertas al campo.
Está bien tener un día para que los políticos dejen de vendernos motos sin motor y sin manillar, e incluso sin asiento para nuestras posaderas, porque no nos viene mal un día de descanso.
¡Por fin un día sin ibuprofeno y sin bicarbonato! Sólo por eso las elecciones tendrían que ser cada cuatro meses.
Lo que ninguna Ley puede dictaminar es la jornada en la que tenemos que pensar porque ese es el ejercicio más sano que podemos practicar a diario. Concentrados en una plaza o aislados en la montaña, el pensamiento es lo único que a nadie se le puede arrebatar.
Así que conjuguemos el verbo: yo reflexiono, tú reflexionas, él reflexiona … pero ¿ellos reflexionan?

jueves, 19 de mayo de 2011

¡QUÉ NO VEREMOS!


Puerta de la suite del hotel neoyorquino donde se alojaba Strauss-Kahn

El director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, ha dimitido tras el escándalo sexual que le ha llevado a la cárcel después de abusar, supuestamente, de una camarera del hotel en el que se alojaba. Parecía cantado.
Al parecer, el hombre salió del baño desnudo y encontró a la mujer afanándose con el carrito de los productos de limpieza. Debió ver a la camarera con el bote de Pronto en la mano y pensó en cambiar el eslogan de la marca así, de un plumazo. Quizás fue entonces cuando decidió que dejaría su carrera al frente del FMI para engrosar las listas de los publicistas acuñando otra de las frases que no sé si pasarán a la posteridad: “cambiar el brillo por polvo”.
Y la lió.
Claro ¿qué quieren las camareras, que van provocando a los clientes, bote en mano?, ¿acaso no se dan cuenta de lo que puede llegar a excitar ver a una mujer uniformada con un frasco de lejía y un trapo, frota que te frota, dale que te pego?
¡Ay, señor, lo que tiene que aguantar un hombre con dinero y poder sólo por alojarse en una suite de 3.000 euros la noche!
No me extraña que haya decidido dejar su cargo para dedicarse en cuerpo y alma a su defensa.  Igual ahora más en alma, que el cuerpo no le habrá quedado para muchas jotas.
Y es que no hay derecho que a un hombre sin tacha, que nunca había manifestado su pasión exacerbada hacia las mujeres, se vea ahora involucrado en un escándalo de dimensión mundial.
¡Qué mundo este! ¡Qué no veremos!

lunes, 16 de mayo de 2011

DELIRIO CARNAL (IV)

No lo podían creer.
Levantaron la vista y se reconocieron. Se incorporaron de inmediato, sin dejar de mirarse, incrédulos y estremecidos.
No había duda. O si.
Quién era. Estaba en un sueño o era real. Qué hacía en esa oficina. Qué tenía que ver con su campaña. Cómo había llegado allí.
Qué estaba pasando.
Las preguntas se agolpaban en sus cabezas. No había respuesta, sólo desconcierto, incertidumbre.
Volvieron a mirarse, perplejos.
Intentaron recomponerse. Una decena de personas les observaba y esperaba el inicio de la reunión. Ocuparon los lugares asignados.
Ella comenzó proyectando gráficos, cifras, imágenes. Habló de potenciales clientes, desgranó los puntos fuertes de los competidores, analizó sus habilidades, desentrañó sus estrategias.
Luego desmontó sus argumentos y sorprendió con unas propuestas audaces y decididas.
Lo hizo calmada y firme. Nadie lo había percibido pero en su interior se agitaba, perturbada, en busca de alguna explicación.
Él seguía las explicaciones sorprendido. Era hábil, ingeniosa, sagaz, inteligente. Sencillamente brillante.
Se acercó las manos y creyó percibir aún la sutileza de su perfume. Frotó los ojos y reprimió el deseo de tocar su cintura y besarla allí mismo, sobre la mesa, ante la mirada de un puñado de ceños fruncidos y cuellos ahogados por las corbatas.
Durante casi dos horas de reunión intentaron esquivar las miradas. Eran tantas las dudas y tanta la inquietud que era mejor evitarlo. Luego se dejaron engullir por el grupo de camino al lugar donde celebrarían el acuerdo. Sólo quedaba brindar por un éxito seguro.
Volvieron a observarse en la distancia y se aproximaron lentamente, mientras conversaban con otra gente.
Sus manos se rozaron y un escalofrío les hizo estremecer de nuevo. Volvían a estar perturbados y confusos. Asistían atónitos a algo que ya habían vivido, o soñado. O ninguna de las dos cosas.
De pronto, una habitación de hotel. El resto había desaparecido. Sólo los dos, mirándose. Las manos entrelazadas.
Acercaron los labios y comenzaron a besarse, sin prisa. Los ojos cerrados, los cuerpos cada vez más juntos.
Ojalá no despertasen nunca.

lunes, 9 de mayo de 2011

¿CÁNCER EN EL LABORATORIO?

Dice Mariano Barbacid, director del  Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), que la administración está dificultando la investigación contra el cáncer de pulmón, al haber bloqueado una inversión de 50 millones de euros que permitiría avanzar en la búsqueda de un tratamiento.
Definida una diana importante contra la que dirigir los fármacos, el proceso requeriría ahora el desarrollo de procedimientos con los que detener este tipo de tumores. Un equipo de medio centenar de químicos especializados está esperando para trabajar en ello y dos inversores privados parecen dispuestos a financiar el Programa de Terapias Experimentales.
El problema se presenta ahora en forma de trámite burocrático, ya que parece que la fórmula elegida por Barbacid para conjugar los intereses de la fundación pública con la aportación privada no parece la más adecuada. El Ministerio de Ciencia e Innovación aduce que no es legal y el investigador asegura que se trata de una interpretación de la administración.
Mientras Ministerio y CNIO se enzarzan en batallas legales, miles de personas esperan una respuesta médica a sus problemas, y no se trata de cuestiones triviales, sino de la posibilidad de hallar un fármaco que frene el avance del cáncer de pulmón.
Si el mayor inconveniente para la investigación ha estado siempre en la restricción de medios económicos, no se explica que, cuando parece haber inversores dispuestos a solucionarlo, surjan problemas de nomenclatura a la hora de crear una sociedad mixta.
¿Están seguros de que el cáncer está sólo en los tubos de ensayo del laboratorio?

viernes, 6 de mayo de 2011

DELIRIO CARNAL (III)

Lo habría asesinado.
Dio un salto en la cama, como si fuese a caerse, sobresaltado.
Giró la cabeza y buscó con la mirada. Esa no era la mujer que había agitado su sueño. 
Aquella respiraba aún jadeante y excitada. Podía sentir su aliento junto al oído.
Sentado en el borde de la cama, cerró los ojos intentando recuperarla.
En vano.
Apoyó los codos en las rodillas, la cabeza entre las manos. Apretó la frente con fuerza.
Se giró de nuevo.
La mujer que dormía a su lado ni siquiera se le parecía.
Pensó que era un espejismo.
Se frotó los ojos. Aquel cuerpo seguía ahí, aletargado, pero no era el que él anhelaba. Ese se había desvanecido.
Abrió apresurado un frasco de perfume. Tampoco era ese el aroma que le había trastornado y que guardaba aún en sus manos.
Qué había pasado.
Cerró de nuevo los ojos. Imaginó el agua recorriendo su cuerpo bajo la ducha. Recordaba cada centímetro de su piel. Su cuello suave, su vientre terso, sus muslos firmes. Si estiraba la mano podría tocarla.
El roce con la toalla le devolvió a la realidad.
Se secó rápido y acabó el ritual del baño apresuradamente. Quería sentir en la calle el frio de la mañana. Quizás así volvería a su vida real.
Si es que había en aquello algo de cierto.
Veía pasar la gente desde el taxi como un sonámbulo. Cuando entró en el edificio casi levitaba. Sus socios esperaban junto al ascensor. Pulsaron el 13. Vaya número.
Le ofrecieron café junto a una gran mesa ovalada. Sí, necesitaba despejar.
Depositó la cucharilla en el platillo y sintió un golpe en la espalda. La taza cayó. El suelo apareció sembrado de papeles. Se giró bruscamente.
No lo podía creer.
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