jueves, 24 de marzo de 2011

AL COMPÁS DE UN FADO

Portugal vive al compás de un fado. Tristeza y dolor, los mismos sentimientos que entonan los fadistas, impregnan ahora la vida portuguesa, tras el batacazo del presidente Sócrates en el Parlamento luso y el último varapalo a la economía.
El portugués, melancólico, taciturno, apesadumbrado, ve también languidecer todo lo que le rodea, como en las canciones que suenan en las casas de fado de Alfama, Mouraria, Bairro Alto y Mandragoa, en el corazón de Lisboa.
Las notas dolientes de la viola y la guitarra portuguesa se extienden por el alma de nuestros vecinos, con los que vivimos, como ellos se quejan, de espaldas, “de costas viradas”.
Al “Povo que lavas no rio”, que cantaba Amália Rodrigues, le queda el poso amargo de un pueblo sumido ahora en el desconsuelo y la aflicción de no saber hacia dónde va. La misma raíz del fado, como si formase parte del mismo destino.

“Todo esto existe, todo esto es triste, todo esto es fado”, que confesaba la más grande fadista.


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